Este es nuestro ferviente deseo para todos nuestros feligreses, con el ruego encarecido de oración. 2020 debe ser de especial oración, como nos ha pedido nuestro Cardenal-arzobispo a toda la Diócesis:
RECEMOS Y NO VIVAMOS DE ESPALDAS A DIOS.
Que en este nuevo año nuestra meta sea recordar las palabras de San Pablo VI:
«ES DIOS QUIEN SE HIZO HOMBRE PERO HOY PARECE QUE EL HOMBRE SE HA HECHO DIOS». Seamos humildes, no prescindamos de Dios, no ninguneemos a Dios y no queramos ser como Él
Aquí tenéis un extracto de la Carta de nuestro Cardenal cuyo contenido íntegro reproducimos en nuestro Boletín de enero que podéis descargar en esta web.
«Pido encarecidamente y me pongo de rodillas ante todos, que a partir de hoy, y en los días sucesivos mientras no se aclare el futuro incierto que vivimos ahora en España, que en todas las Iglesias se ore por España, que se eleven oraciones especiales por España, que en todas las Misas se ore por España, en los conventos de vida contemplativa se ore intensamente por España. La situación urge y apremia. Para Dios nada hay imposible. Oremos con confianza a Dios. Oremos también en los hogares. Oremos con fe profunda y sencilla el Padre Nuestro donde se contiene todo lo que en estos momentos necesitamos.
No me cansaré de recordar y renovar, una y otra vez mi invitación a orar. Es la invitación más importante que os puedo hacer, el mensaje más esencial, máxime en estos tiempos de secularización y de eclipse de Dios. El olvido de la oración es olvido de Dios; y el olvido de Dios es olvido del hombre. Necesitamos orar para acercarnos al hombre, a todo hombre, a la persona humana y encontrar el bien común, conforme a la voluntad de Dios. Es la oración la garantía de humanización de nuestro mundo, de nuestra España porque es la garantía de la recuperación de lo humano y del bien común que sólo en Dios encuentra su fundamento y su verdad.
Dijimos los Obispos españoles, hace años en una Instrucción pastoral: «Dios es Amor», «Como la caridad es criterio de la autenticidad de la oración, animando a la oración estamos llamando también a una vida de verdadera solidaridad, de comunión en la Iglesia y de comunión con todos, en particular, con los excluidos y necesitados. Porque… la oración nos convierte al Dios de la misericordia. Jesucristo ora por el testimonio de unidad entre los suyos, vital para suscitar la fe: «que ellos también sean uno en nosotros para que el mundo crea (Jn 17, 21) y nos pide que brillen nuestras buenas obras para que el Padre sea glorificado (cf. Mt 5,16)».